lunes, 31 de octubre de 2011

Ángeles o Demonios

Leer sobre un tema no polémico es casi un imposible, a menos que nos guste leer cosas aburridas e insulsas, como por ejemplo las descripciones de los trajes de gala del Miss Venezuela. Después de mi lectura pasada quise leer algo que no fuese tan puntiagudo para mi, y en ese proceso de búsqueda me tope con un libro que quería leer desde hace tiempo, exactamente desde que vi en el cine la película de Ron Howard Ángeles y Demonios, de más está decir que lo de leer sobre un tema menos polémico estaba desechado, es decir, que tema más polémico que la religión puede haber.

La trama básica del libro es bien conocida, sobre todo después de que Ron Howard hiciera fiesta con los libros de Dan Brown, El código Da Vinci, y nuestro libro en cuestión, Ángeles y Demonios. Para refrescar la memoria puedo resumir que en un mundo actual, pero ficticio una antigua hermandad de científicos, Los Iluminati, en pleno desarrollo del cónclave vaticano, la ceremonia de elección del nuevo Papa, montan un complot en el que secuestran a los cuatro cardenales favoritos a la elección, los preferetti, y plantan una especie de bomba dentro de la Santa Sede (la antimateria), todo esto como parte de una largamente retrasada venganza contra lo iglesia por la purga, o asesinato de eminentes científicos durante el renacimiento. Al desarrollarse los hechos nos damos cuenta de que esta venganza no es tal, pero como ya ustedes deben haber visto la película, no seguiré contando lo que pasa. Si no han visto la película mucho mejor, así pueden leer el libro libres de prejuicios y las sorpresas serán mayores, y si vieron la pelicular igual deberían leer el libro, porque en realidad lo único bueno de la película es Ewan McGregor en sotana.

Luego de leer el libro en verdad hay muchas cosas que quisiera comentar, que creo que nos afectan más allá de la ficción, la primera de ellas es el fanatismo y la ignorancia que rodean a todas la religiones del mundo, empezando por la institución religiosa más grande de la tierra, La Iglesia Católica. Habiendo crecido en una familia netamente católica, quizá pueda sorprender mi desdén hacia la iglesia, pero les puedo asegurar que no nada reciente, ni es el producto de traumas ni resentimientos.

Mi conflicto con la iglesia se podría decir que comenzó como un acto de rebeldía y un instinto protector hacia mis domingos, no podía yo comprender a una institución que me exigía que dejara mi camita un domingo en la mañana para ir a sentarme a escuchar a un hombre (muchas veces sin moral alguna) regañarme por disfrutar mi vida feliz y contenta, haciendo las cosas que me gustaban hacer sin dañar a nadie. No podía, ni puedo ahora, comprender a una iglesia que me pedía que dejara de comer, beber y dormir para ir a sentarme a llorar y pedir perdón por pecados que no eran tales, sólo porque al sacerdote no le gustaba comer, beber y dormir lo mismo que a mi, no podía ni puedo comprender a una iglesia que me tacha de descarriada por no ir a sentarme en un templo a criticar a mi prójimo los domingos, aún cuando llevo a Cristo y a María Santísima presente en todos y cada uno de los actos de mi vida. Así fue como me alejé de las Iglesias, pero no de Dios.

Luego de ver la película, y ahora que he leído el libro, me llamó mucho la atención un diálogo, un poco cliché, que de hecho, no aparece en el libro: “No te pregunto si crees lo que los hombres dicen de Dios, te pregunto si ¿Crees en Dios?” esta pregunta se la hace el Camerlengo Ventresca (en la película McKena) al profesor Robert Langdon; a lo que él responde: “Padre, soy un académico, mi mente me dice que nunca entenderé a Dios, y mi corazón me dice que no se supone que deba entenderlo ”. Esta conversación me llevó a preguntarme cuantos de nosotros andamos por la vida tratando de “entender” a Dios, más aún cuantos presumimos de entenderlo e incluso, hacemos daño en su nombre. No es un secreto para nadie cuanta muerte causó o ha causado la institución católica, por la sola arrogancia de pretender entender la voluntad de El Señor, y aún después de tantos años la pregunta permanece, ¿Cómo puedo entender la voluntad de Dios?
¿Es acaso la voluntad de Jesús que vivamos en eterno temor y oscuridad?

Una de las primeras cosas que siempre me llamó la atención sobre Dios es el concepto de Libre Albedrío. Por muy todopoderoso y benevolente que sea el Ser Supremo en el que creemos, Él precisamente en su benevolencia, nos da la facultad de decidir sobre nuestra propia vida, tomar nuestras propias decisiones y, por supuesto, ser responsables de nuestros actos. Muchas veces he escuchado gente decir, ¿Cómo puedes creer en un Dios que permite que tantos niños mueran de hambre? Pero es que Dios no nos dijo que contamináramos la tierra y desatáramos el calentamiento global, ¿Cómo puedes creer en un Dios que prefiere que niños y madres mueran antes de usar un preservativo? Dios no prohíbe los preservativos, ¡Los prohíbe el Papa! ¿Cómo puedes creer en un Dios cuya Iglesia está plagada de pedófilos? Bueno, yo no creo en la Iglesia, creo en Dios. Nuestro Señor nos dice, cuídate pues tu eres mi obra suprema, ama a la gente a tu alrededor y no hagas daño, pero no hasta el punto de ser estúpido y dejarte pisotear de todo el mundo, cuida tu tierra pues no puedes vivir en ninguna otra parte, y recuerda que por mucho que te ame, si a pesar de todas las advertencias, decides salir a caminar por la calle a las 12 de la noche, lo más probable es que no amanezcas al día siguiente, porque la inseguridad, que la misma humanidad, no Dios, ha creado, dará cuenta de ti.

Este es precisamente el tipo de preguntas que se plantean a lo largo de todo el libro, cosa que muy difícilmente se apreciaría en la película, pues debo decir que esta no es más que una masacre del libro, como suele suceder. Y son éstas el mismo tipo de preguntas que mucha gente se hace a diario. Es innegable la necesidad que tenemos todos los seres humanos de creer en algo, de sentir que, como lo expresa uno de los personajes cruciales del libro, Camerlengo Ventresca; "nos debemos a un poder mayor." Lo malo es cuando esa necesidad por un poder mayor nos ciega hasta el punto de fanatismo, hasta el punto de querer negar o incluso acabar con todo aquello que no se ajuste a las normas que los hombres, y no Dios, han establecido. El poder de la Iglesia Católica en el mundo ha llegado hasta el extremo de cambiar absolutamente toda nuestra vida, todas nuestras costumbres, tradiciones e incluso los actos más cruciales de nuestro crecimiento se desarrollan según las pautas de la Iglesia, hasta la manera cómo declaramos nuestro amor por alguien está reglamentada por La Iglesia, toda, toda nuestra cultura es obra y gracia de la Iglesia Católica. Hasta las enseñanzas de la ciencia son reguladas por esta institución. Precisamente la eterna pelea entre ciencia y religión viene a ser el conflicto principal de la obra.

Son incontables los debates que la Iglesia a entablado con los científicos, en este punto del siglo a muchos nos sorprendería saber que en muchísimas escuelas a lo largo del mundo, incluso aquí mismo en nuestra ciudad, todavía se niega vehementemente la teoría de la evolución. Muchas personas todavía no creen en la evidencia científica de la creación del mundo y la evolución del hombre sólo porque su iglesia les dice que Dios creo a Adán y a Eva y los puso a vivir en un jardín hasta que a Eva le dio hambre, y bueno, ya conocemos la historia. A mi parecer, la mayoría de los dogmas religiosos se parecen mucho a los regímenes opresores, cultivan la ignorancia como sistema de dominio. Una iglesia que no te permite cuestionar, que no te permite preguntar, porque los misterios son su base fundamental.

Ciertamente hoy en día la “mente de los hombres está progresando más rápidamente que su alma” precisamente porque mucha gente ya no quiere creer en los misterios porque si, aún cuando no tengan significado, solo porque un venerable anciano vestido de rojo y oro le diga que TIENES que creer. Diariamente vivimos rodeados de misterios mucho más significativos y mucho más poderosos que aquellos que se esconden en las criptas de San Pedro. ¿Cómo es que un bebé chiquitin, por el que nadie daba un medio y que pesaba a duras penas dos kilos, hoy mide más de 1.70 y es el niño más dulce e inteligente del mundo? Es un milagro que tiene más poder para mi que un estigmatizado hablando en lenguas. El qué de un virus microscópico se pueda crear la cura para el Alzheimer, es un verdadero milagro que de ninguna manera contradice ni anula a Dios, ni “sobrepone la mente al corazón”, al contrario si Dios nos dio el don de la inteligencia, y todos los dones que nos da el Señor deben ser puestos a su servicio, porque negar el avance de la ciencia como obra de Dios.

Una iglesia que se sostiene de misterios incuestionables es una iglesia que no puede subsistir, hoy día podemos verlo, los ritos han dejado de tener el mismo significado e incluso el Papa no tiene la misma mistica que el anterior. Recientemente leía un articulo del diario El País en dónde se reseñaba la vestimenta de Benedicto XVI en comparación a la del difunto Juan Pablo II, de la sencillez y el carisma de Wojtyla, Ratzinger ha mudado a la Iglesia a sus antiguos esplendores y rigideces, aún a costa de perder seguidores, y de hecho los pierde.

Hay sin duda muchas preguntas que siempre serán un misterio, son ese tipo de “preguntas que son más importantes que la respuesta” La fe no es una cosa que se deba descifrar, sino sentir. La fe nos inspira a buscar soluciones a nuestros problemas, y esas soluciones muchas veces las encontramos en la ciencia. En un pasaje de la historia Leonardo Vetra, el sacerdote/físico responsable de la creación de la “antimateria” describe esta búsqueda de soluciones: “Las soluciones más importantes frecuentemente vienen a nosotros en momentos de claridad, es lo que los gurús llaman consciencia elevada, los biólogos estados alterados, los sicólogos super sapiencia… y los cristianos plegarias respondidas. Muchas veces una revelación divina simplemente significa ajustar tu mente para escuchar lo que tu corazón ya sabe”.

Al final no se trata de aclarar todas las dudas, ni de cuan vil ha sido la iglesia, créanme que podría escribir sin parar sobre todo lo que considero abominable sobre mi propia religión, pero nunca me atrevería a negar que hay misterios y milagros que sobrepasan mi escepticismo, ¿Por qué lloro y se me pone el corazón chiquitico de felicidad con solo contemplar o hablar la imagen o simplemente hablar de mi Divina Pastora? ¿Cómo puedo demostrar la certeza que tengo de que mi Abuelo está conmigo a cada momento? No sé, no lo puedo explicar… creo que estas son las preguntas que definitivamente son más importantes que las respuestas…


Hasta el próximo libro!
Besitos.

2 comentarios:

  1. El problema está cuando buscamos que un "Hombre" nos explique las cosas de "Dios". No se puede ser tan arrogante y tratar de entender al que nos creó. Creo que el hecho de asistir o no a una iglesia (Templo) es un asunto entre Dios y la persona que asiste a tal lugar. Me pasó que el domingo pasado, las palabras que necesitaba oir, las dijo precisamente el sacerdote que oficiaba la misa. Tenía mucho tiempo sin asistir a una misa y este domingo pasado, simplemente me provocó. ¿Entender a Dios? Jamás. Pretender que los pastores de la iglesia sean santos sin mancha, mucho menos. Así que si se mira a la iglesia como institución, mejor quedarse en casa a ver la carrera. Si asistes para tener un lugar con mejores condiciones para rezar y hablar con el Creador, yo creo que es bastante sano. No es lo mismo comer en un carro que en un comedor. Al final, el mensaje de Cristo es el que realmente importa. No habló de otra cosa que no fuese AMOR. Cosa que está escasa en estos días.

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  2. Un punto que siempre he señalado es este: No se trata de creer o no en un Dios que que prefiere que niños y madres mueran antes de usar un preservativo, o que el Papa "prohíba" ("prohibir" no es lo mismo que "desaprobar", cuestión de semántica) usar condones o cualesquiera otros métodos anticonceptivos de barrera; se trata del ser humano buscando siempre el camino que más le sea favorable, porque le es más fácil rendirse a sus pasiones que sentarse un momento y pensar con la cabeza que tiene cabello. Es más fácil poner o ponerse el sombrerito que abstenerse, es más fácil llenar de comida la boca de un hambriento que proveer educación y oportunidades de trabajo. Siempre es más fácil actuar hoy y dar la espalda mañana que permanecer día a día atento y dispuesto. Simplemente es más fácil.

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